Domingo de la Divina Misericordia 2024

El 7 de abril, la Iglesia Católica celebra la Fiesta de la Divina Misericordia, instituida por San Juan Pablo II para recordar que Cristo siempre perdona a quien se arrepiente de sus pecados.

Esta devoción reúne a millones de católicos que expresan su amor a través del rezo de novenas, de la Coronilla de la Divina Misericordia y las procesiones. Su importancia radica en el mensaje de que Dios es Misericordioso: “Cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia”, escribió Santa Faustina en su diario tras escuchar al mismo Cristo.

A continuación, 10 datos esenciales sobre esta festividad.

1. El Domingo de la Misericordia tiene su origen en revelaciones privadas

La devoción a la Divina Misericordia, y la institución de un día para su celebración, tienen su origen en las revelaciones privadas de Cristo a la religiosa polaca Santa Faustina Kowalska en el pueblo de Plock, en Polonia, en 1931. Durante las apariciones, el Señor Jesús le transmitió una serie de mensajes sobre el significado de su Divina Misericordia y le encargó difundir su devoción por el mundo.

2. Forma parte del calendario de la Iglesia gracias a San Juan Pablo II

En el año 2000, San Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina y durante la ceremonia señaló: “Es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de ‘Domingo de la Divina Misericordia’”. (Homilía, 30 de Abril, 2000).

3. Esta revelación privada tiene efectos válidos en la liturgia

En su análisis teológico del mensaje de Fátima, el Cardenal Joseph Ratzinger, quien luego se convirtió en el Papa Benedicto XVI, escribió: “Podemos añadir que a menudo las revelaciones privadas provienen sobre todo de la piedad popular y se apoyan en ella, le dan nuevos impulsos y abren para ella nuevas formas. Eso no excluye que tengan efectos incluso sobre la liturgia, como por ejemplo muestran las fiestas del Corpus Domini y del Sagrado Corazón de Jesús”.

4. La Iglesia invita a celebrar la Divina Misericordia de varias formas

Entre otras cosas, ofrece una indulgencia plenaria: “Para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice (Juan Pablo II) ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos”. [Decreto de la Penitenciaría Apostólica del 2002]

5. La imagen de la Divina Misericordia fue revelada por Jesús mismo

Esta imagen fue revelada a Santa Faustina en 1931, con Jesús mismo pidiéndole que fuera pintada. Más tarde, el Señor le explicaría su significado y las bendiciones que los fieles recibirán a través de ella.

En la mayoría de las versiones, Jesús es mostrado levantando su mano derecha en señal de bendición, y apuntando con la mano izquierda su pecho, del que fluyen dos rayos: uno rojo y otro blanco.

“El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas (…). Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos” (Diario, 299). Toda la imagen es un símbolo de la caridad, el perdón y el amor de Dios, conocida como la «Fuente de la Misericordia».

6. Esta devoción cuenta con oraciones particulares

La Coronilla es un conjunto de plegarias utilizadas como parte de la devoción a la Divina Misericordia.

Se suele rezar a las 3:00 p.m. (el momento de la muerte de Jesús) utilizando las cuentas del Santo Rosario, pero con oraciones diferentes. Puede acceder a la Coronilla en el siguiente enlace.

7. La Divina Misericordia está vinculada al Evangelio del segundo Domingo de Pascua

La imagen de la Divina Misericordia representa a Jesús en el momento en que se aparece a los discípulos en el Cenáculo —tras su Resurrección—, cuando se les da el poder de perdonar o retener los pecados.

Este momento está registrado en Juan 20,19-31, que es la lectura del Evangelio de este domingo.

Este pasaje incluye la aparición de Jesús al apóstol Tomás, a quien invita a tocar sus llagas. Ese evento ocurrió en el octavo día después de la Resurrección (Jn 20,26) y por ello se utiliza en la liturgia ocho días después de la Pascua.

8. Los sacerdotes tienen una facultad especial para administrar la Divina Misericordia

En Jn. 20,21-23 se relata: «Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío’. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos'».

9. La Confesión es la acción de la Divina Misericordia hasta el fin de los tiempos

Jesús capacitó a los apóstoles (y a sus sucesores en el ministerio) con el Espíritu Santo para perdonar o retener (no perdonar) los pecados.

Debido a que están facultados con el Espíritu de Dios para hacer esto, su administración del perdón es eficaz: realmente elimina el pecado en lugar de ser sólo un símbolo de perdón.

10. En las revelaciones privadas Jesús le da suma importancia a su segunda venida

Jesús promete regresar en gloria a juzgar al mundo en el amor, como claramente lo dice en su discurso del Reino en los capítulos 13 y 25 del Evangelio de San Mateo.

Sólo en el contexto de una revelación pública, como es enseñado por el Magisterio de la Iglesia, se puede situar las palabras de la revelación privada dada a Sor Faustina:

«Prepararás al mundo para Mi última venida». (Diario 429)

«Habla al mundo de mi Misericordia….Es señal de los últimos tiempos después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia». (Diario 848)

«Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia». (Diario 965)

«Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita». (Diario 1160)

«Antes del Día de la justicia envío el día de la misericordia». (Diario 1588)

«Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia». (Diario 1146)

Jesús habló por primera vez a santa Faustina de instituir esta fiesta el 22 de febrero de 1931 en la ciudad polaca de Plock, en el mismo mensaje en que le pidió pintar su imagen. Le dijo: “Deseo que haya una Fiesta de la Divina Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer Domingo después de Pascua de Resurrección; ese Domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia” (D. 49).

Jesús le explicó a santa Faustina el motivo por el cual desea esta fiesta: “Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de mi Misericordia. Si no adoran mi Misericordia, morirán para siempre. Secretaria de Mi misericordia, escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia” (D. 965).

La Fiesta de la Divina Misericordia tiene el rango más alto dentro de todas las formas de culto de la Divina Misericordia en cuanto a la magnitud de las promesas y su posición en la liturgia de la Iglesia. Esta fiesta, siguiendo el pedido de Jesucristo, se celebra el último día de la Octava de Pascua, hoy denominado litúrgicamente como el Segundo Domingo de Pascua. Es una celebración litúrgica católica de carácter solemne que inicia con las vísperas (la tarde del sábado previo) y concluye con ese domingo.

El Señor pide la fiesta y habla de lo especial de dicho día y de lo que promete donar a quien acuda a ella con confianza: “Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. […] La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua” (D. 699).

Para poder recibir estos grandes dones hay que cumplir las condiciones de la devoción a la Divina Misericordia (confiar en la bondad de Dios y amar activamente al prójimo), estar en el estado de gracia santificante (debidamente confesado) y recibir dignamente la eucaristía. “No encontrará alma ninguna la justificación –explicó Jesús– hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia y por eso el primer domingo después de la Pascua ha de ser la Fiesta de la Misericordia. Ese día los sacerdotes deben hablar a las almas sobre Mi misericordia infinita” (D. 570)

Las promesas extraordinarias que el Señor Jesús vinculó a la fiesta demuestran la grandeza de la misma: “Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida recibirá el perdón total de las culpas y de las penas” (D. 300).

La forma de celebrar dicha fiesta está descripta en el Diario y consiste básicamente en una veneración litúrgica de la Imagen de Jesús Misericordioso. Jesús pide también, a través de sor Faustina, que este día los sacerdotes hablen de la insondable Misericordia de Dios y que los fieles reciban dignamente la eucaristía. Al cumplir con estos requisitos se harán acreedores de la promesa de la remisión total de las culpas y de las penas (no solo las penas temporales por los pecados cometidos como en el caso de la indulgencia plenaria). La gracia de la fiesta equivale a una completa renovación de la gracia bautismal en el alma. Para preparar debidamente esta fiesta, el Señor pide una novena (cf. D. 796) que consiste en rezar la Coronilla de la Divina Misericordia desde el Viernes Santo. A los que participen de este novenario el Señor prometió conceder toda clase de gracias.

Esta Fiesta de la Divina Misericordia fue incorporada en el calendario litúrgico católico por el papa san Juan Pablo II, el día 30 de abril del año Jubilar 2000, con motivo de la canonización de santa Faustina Kowalska. Tal incorporación fue comunicada oficialmente a toda la Iglesia por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos mediante el decreto Misericors et miseratur, el día 5 de mayo del año 2000.

Nuestra Señora del Rosario

Santo Domingo busca las ovejas perdidas
La Madre de Dios, en persona, le enseñó a Sto. Domingo a rezar el rosario en el año 1208 y le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe.

Domingo de Guzmán era un santo sacerdote español que fue al sur de Francia para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia por la herejía albingense. Esta enseña que existen dos dioses, uno del bien y otro del mal. El bueno creó todo lo espiritual. El malo, todo lo material. Como consecuencia, para los albingenses, todo lo material es malo. El cuerpo es material; por tanto, el cuerpo es malo. Jesús tuvo un cuerpo, por consiguiente, Jesús no es Dios.

También negaban los sacramentos y la verdad de que María es la Madre de Dios. Se rehusaban a reconocer al Papa y establecieron sus propias normas y creencias. Durante años los Papas enviaron sacerdotes celosos de la fe, que trataron de convertirlos, pero sin mucho éxito. También habían factores políticos envueltos.

Domingo trabajó por años en medio de estos desventurados. Por medio de su predicación, sus oraciones y sacrificios, logró convertir a unos pocos. Pero, muy a menudo, por temor a ser ridiculizados y a pasar trabajos, los convertidos se daban por vencidos. Domingo dio inicio a una orden religiosa para las mujeres jóvenes convertidas. Su convento se encontraba en Prouille, junto a una capilla dedicada a la Santísima Virgen. Fue en esta capilla en donde Domingo le suplicó a Nuestra Señora que lo ayudara, pues sentía que no estaba logrando casi nada.

La Virgen acude en ayuda de Santo Domingo de Guzmán
La Virgen se le apareció en la capilla. En su mano sostenía un rosario y le enseñó a Domingo a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.

Domingo salió de allí lleno de celo, con el rosario en la mano. Efectivamente, lo predicó, y con gran éxito por que muchos albingenses volvieron a la fe católica.

Lamentablemente la situación entre albingences y cristianos estaba además vinculada con la política, lo cual hizo que la cosa llegase a la guerra. Simón de Montfort, el dirigente del ejército cristiano y a la vez amigo de Domingo, hizo que éste enseñara a las tropas a rezar el rosario. Lo rezaron con gran devoción antes de su batalla más importante en Muret. De Montfort consideró que su victoria había sido un verdadero milagro y el resultado del rosario. Como signo de gratitud, De Montfort construyó la primera capilla a Nuestra Señora del Rosario.

Las promesas de la Virgen a los que recen el rosario

Un creciente número de hombres se unió a la obra apostólica de Domingo y, con la aprobación del Santo Padre, Domingo formó la Orden de Predicadores (mas conocidos como Dominicos). Con gran celo predicaban, enseñaban y los frutos de conversión crecían. A medida que la orden crecía, se extendieron a diferentes países como misioneros para la gloria de Dios y de la Virgen.

El rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos. Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de la Rupe y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Sto. Domingo referentes al rosario.

Promesas de Nuestra Señora, Reina del Rosario, tomadas de los escritos del Beato Alano:

1.- El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.

2.- Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

3.- El Rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.

4.- El Rosario hará germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la misericordia divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo al amor por Dios y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas por este medio se santificarán!.

5.- El alma que se encomiende por el Rosario no perecerá.

6.- El que con devoción rezare mi Rosario, considerando misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá muerte desgraciada; se convertirá, si es pecador; perseverará en la gracias, si es justo, y en todo caso será admitido a la vida eterna.

7.- Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin auxilios dela Iglesia.

8.- Quiero que todos los devotos de mi Rosario tengan en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados.

9.- Libraré pronto del purgatorio a las almas devotas del Rosario.

10.- Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en el cielo una gloria singular.

11.- Todo lo que se me pidiere por medio del Rosario se alcanzará prontamente.

12.- Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

13.- Todos los que recen el Rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.

14.- Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.

15.- La devoción al santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria. Amén

Europa y con ella toda la cristiandad estaba en grave peligro de extinción. Sabemos, por las promesas de Jesucristo, que eso no puede ocurrir pero, humanamente, no había solución para la amenaza del Islam. Los Musulmanes se proponían hacer desaparecer, a punta de espada, el cristianismo. Ya habían tomado Tierra Santa, Constantinopla, Grecia, Albania, África del Norte y España. En esas extensas regiones el cristianismo era perseguido, y muchos mártires derramaron su sangre, muchas diócesis desaparecieron completamente. Después de 700 años de lucha por la reconquista, España y Portugal pudieron librarse del dominio musulmán. Esa lucha comenzó a los pies de la Virgen de Covadonga y culminó con la conquista de Granada, cuando los reyes católicos, Fernando e Isabel, pudieron definitivamente expulsar a los moros de la península en el 1492. ¡La importancia de esta victoria es incalculable ya que en ese mismo año ocurre el descubrimiento de América y la fe se comienza a propagar en el nuevo continente!.

La batalla de Lepanto
En la época del Papa Pío V (1566 – 1572), los musulmanes controlaban el Mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los reyes católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta del peligro inminente. El Papa pidió ayuda pero se le hizo poco caso. El 17 de septiembre de 1569 pidió que se rezase el Santo Rosario. El 7 de octubre de 1571 se encontraron las dos flotas en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. La flota cristiana, compuesta de soldados de los Estados Papales, de Venecia, Génova y España y comandada por Don Juan de Austria entró en batalla contra un enemigo muy superior en tamaño. Se jugaba el todo por el todo. Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el santo rosario con devoción. La batalla de Lepanto duró hasta altas horas de la tarde pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos.

En Roma, el Papa se hallaban recitando el rosario en tanto se había logrado la decisiva y milagrosa victoria para los cristianos. El poder de los turcos en el mar se había disuelto para siempre. El Papa salió de su capilla y, guiado por una inspiración, anunció con mucha calma que la Santísima Virgen había otorgado la victoria. Semanas mas tarde llegó el mensaje de la victoria de parte de Don Juan, quién. desde un principio, le atribuyó el triunfo de su flota a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario. Agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y agregó a las Letanía de la Santísima Virgen el título de «Auxilio de los Cristianos». Más adelante, el Papa Gregorio III cambió la fiesta a la Nuestra Señora del Rosario.

Los turcos seguían siendo poderosos en tierra y, en el siglo siguiente, invadieron a Europa desde el Este y, después de tomar enormes territorios, sitiaron a Viena, capital de Austria. Una vez mas, las tropas enemigas eran muy superiores. Si conquistaban la ciudad toda Europa se hacia muy vulnerable. El emperador puso su esperanza en Nuestra Señora del Rosario. Hubo gran lucha y derramamiento de sangre y la ciudad parecía perdida. El alivio llegó el día de la fiesta del Santo Nombre de María, 12 de septiembre, de 1683, cuando el rey de Polonia, conduciendo un ejército de rescate, derrotó a los turcos.

La batalla de Temevar
Los turcos padecieron otra gran derrota en manos del Príncipe Eugenio de Saboya, comandante de los ejércitos cristianos, en Temesvar (en la Rumania moderna), el 5 de agosto de 1716, en aquel entonces era la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves. El Papa Clemente XI atribuyó esta victoria a la devoción manifestada a Nuestra Señora del Rosario. En acción de gracias, mandó que la fiesta del Santo Rosario fuera celebrada por la Iglesia universal.

Excelencia del Rosario
A lo largo de los siglos los Papas han fomentado la pía devoción del rezo del rosario y le han otorgado indulgencias.

Dijo Nuestro Señor: «Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18:20). El rosario en familia es algo maravilloso. Es un modo práctico de fortalecer la unidad de la vida familiar. Es una oración al alcance de todos. Los Papas, especialmente los más recientes, han hecho gran énfasis sobre la importancia del rosario en familia.

El Papa dominico, San Pío V (1566 – 1572) dio el encargo a su congregación de propagar el santo rosario. Muchos Papas han sido grandes devotos del rosario y lo han propagado con profunda convicción y confianza.

Su Santidad León XIII escribió doce encíclicas referentes al rosario. Insistió en el rezo del rosario en familia, consagró el mes de octubre al rosario e insertó el título de «Reina del Santísimo Rosario» en la Letanía de la Virgen. Por todo esto mereció el título de «El Papa del Rosario»

Todos los Papas del siglo XX han sido muy devotos del Santo Rosario.
Su Santidad Juan Pablo II nos insistía en el rezo del Santo Rosario. Recen en familia, en grupos. Recen en privado. Inviten a todos a rezar. No tengan miedo de compartir la fe. Nada mas importante. El mundo está en crisis. Nuestras fuerzas humanas no son suficientes. La victoria vendrá una vez mas por la Virgen María. Es la victoria de su Hijo, el Señor Rey del Universo: Jesucristo.

Un gran apóstol del rosario en familia es el Padre Patrick Peyton, quién llevó a cabo los primeros planes para que se hiciera una cruzada a nivel mundial del rosario en familia en el Holy Cross College, Washington D.C., en enero de 1942. Hizo esta cruzada en acción de gracias a María Santísima por la restauración de su salud. De una forma maravillosa la cruzada se propagó por todo el mundo con el lema: «La familia que reza unida, permanece unida».

Recomendado por la Virgen en diversas apariciones
A la Virgen María le encanta el rosario. Es la oración de los sencillos y de los grandes. Es tan simple, que está al alcance de todos; se puede rezar en cualquier parte y a cualquier hora. El rosario honra a Dios y a la Santísima Virgen de un modo especial. La Virgen llevaba un rosario en la mano cuando se le apareció a Bernardita en Lourdes. Cuando se les apareció a los tres pastorcitos en Fátima, también tenía un rosario. Fue en Fátima donde ella misma se identificó con el título de «La Señora del Rosario».

El Domingo de la Divina Misericordia

Sean misericordiosos como mi Pardre es misericordioso

El domingo siguiente a la Pascua de Resurrección, la Iglesia celebra el Domingo de la Divina Misericordia, como lo dispuso S.S. Juan Pablo II el 5 de mayo de 2000.

El Santo Padre, evidentemente iluminado por el Espíritu Santo, dispuso esta celebración en atención a que, entre otras cosas, el Evangelio del Segundo Domingo de Pascua narra las maravillas realizadas por nuestro Señor Jesucristo el día mismo de la Resurrección cuando se apareció por primera vez a los discípulos y les dijo: «Paz a ustedes. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes». Luego sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar» (Juan 20,19-23).

La Misericordia Divina: Fuente de vida y salvación. Esta devoción es, como vemos, bastante reciente y todos sabemos que una figura infaltable al hablar de la Misericordia Divina es Santa Faustina Kowalska, la religiosa polaca a quien el Señor nombró «Secretaria y Apóstol de la Divina Misericordia en preparación para Su Segunda Venida.» Efectivamente, gracias a la pureza, la fe y la docilidad de esta santa religiosa se ha venido propagando por todo el mundo la devoción a la Misericordia de Dios.

En uno de sus mensajes a Santa Faustina, el Señor le dijo: «El alma que se confiese y comulgue obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas . . . Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la Confesión y reciban la Santa Comunión el día de la fiesta de mi Misericordia…» (Diario, 699, 1109).

En efecto, la inmensa benevolencia de Dios, tanto hacia el género humano en su conjunto como hacia cada persona individual, resplandece de modo especial cuando el mismo Dios todopoderoso perdona los pecados, los defectos morales, los malos hábitos y todo tipo de maldades, y recibe nuevamente con amor paternal a los culpables, que con justificada razón habían perdido su amistad. Un ejemplo práctico lo leemos en la parábola del Hijo Pródigo (Lucas 15,11-32).

La misericordia actualizada. Pero pareciera que nos hemos acostumbrado a escuchar en la Santa Misa las lecturas que nos hablan del perdón de Dios y ya no nos impresionan tanto. Tal vez fue por eso que el Señor le dio a Santa Faustina, gran mística del siglo XX, las extraordinarias revelaciones de su Divina Misericordia e inspiró al Santo Padre Juan Pablo II para que instituyera oficialmente la Fiesta como Devoción Universal.

Era preciso llamar a los fieles de Dios a tomar conciencia nuevamente de que el Señor nos ha salvado por su pura misericordia, como nos dice San Pablo: «De esa manera vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, siguiendo nuestros malos deseos y cumpliendo los caprichos de nuestra naturaleza pecadora y de nuestros pensamientos. A causa de eso, merecíamos con toda razón el terrible castigo de Dios, igual que los demás. Pero Dios es tan misericordioso y nos amó con un amor tan grande, que nos dio vida juntamente con Cristo cuando todavía estábamos muertos a causa de nuestros pecados. Por la bondad de Dios [es decir, su Divina Misericordia] han recibido ustedes la salvación» (Efesios 2,3-5).

Dice el Padre Serafín Michalenko en su conocido folleto La Divina Misericordia, Mensaje y Devoción: «Una cosa parece bien clara: Por medio de esta promesa [del perdón], nuestro Señor está enfatizando el valor infinito de la Confesión y la Comunión como milagros de misericordia. Quiere que nos demos cuenta de que, la Eucaristía es su propio Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, ella es la «Fuente de Vida». La Eucaristía es Jesús Mismo, el Dios vivo, que anhela derramarse en nuestros corazones como Misericordia» (p. 39).

La imagen y los mensajes. El 22 de febrero de 1931, Sor Faustina tuvo una visión en que el Señor Jesús le encomendó que hiciera pintar su imagen según el modelo que ella veía. Y le dijo: «Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han de venir a la fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es esta imagen con la inscripción: Jesús, en Ti confío . . . En la cruz, la fuente de mi Misericordia fue abierta de par en par por la lanza para todas las almas; no he excluido a ninguna» (Diario, 327, 1182). Desde entonces, la venerada imagen de la Divina Misericordia ha dado la vuelta al mundo llevando el mensaje del amor y el perdón de Dios a todos los pecadores.

El Señor le dio a Santa Faustina muchos mensajes y enseñanzas, para que ella los difundiera y así se diera a conocer no sólo el significado de la imagen, sino el conocimiento de la gran Misericordia de Dios. De esta manera, quiso Jesús recordar al mundo la eterna verdad de que Dios ama al ser humano con amor misericordioso; quiso transmitirle nuevas formas de devoción a la Divina Misericordia e inspirar un movimiento de renacimiento de la vida religiosa con el espíritu cristiano de confianza en el amor de Dios y de misericordia al prójimo.

En uno de los mensajes, Jesús le dijo a Faustina:»Deseo que Mi misericordia sea venerada; le doy a la humanidad la última tabla de salvación, es decir, el refugio en Mi misericordia» (Diario, 998). «Es una señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo para que recurran, pues, a la Fuente de Mi misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para ellos» (Diario, 848).

La Virgen María, Madre de Misericordia. En su Diario, Faustina transcribe unas palabras que oyó de la Santísima Virgen María: «Yo soy no sólo la Reina del Cielo, sino también la Madre de la Misericordia y tu Madre» (Diario, 330). ?En otras dos ocasiones la Santísima Virgen le dijo a Santa Faustina: «Oh, cuán agradable es para Dios el alma que sigue fielmente la inspiración de la gracia. Yo di al mundo el Salvador y tú debes hablar al mundo de su gran misericordia y preparar al mundo para su segunda venida. Él vendrá, no como un Salvador Misericordioso, sino como un Juez Justo. Oh, qué terrible es ese día. Establecido está ya, es el día de la justicia, el día de la ira divina. Los ángeles tiemblan ante ese día. Habla a las almas de esa gran misericordia, mientras sea aún el tiempo para conceder la misericordia» (Diario, 635).

La Coronilla, la Novena y la Fiesta. Junto con la veneración de la Imagen sagrada, el Señor le mandó a Santa Faustina que cada día se rezara la Coronilla a la Divina Misericordia, siguiendo el estilo del Santo Rosario, pero invocando al Padre eterno y repitiendo como letanía, en lugar de las Ave Marías, las palabras: «Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.»

La Novena se reza, siguiendo ciertas pautas que el Señor también le dio a Faustina, desde el Viernes Santo a las 3:00 de la tarde, hasta el Domingo de la Divina Misericordia también a las 3:00 de la tarde, culminando con la Santa Misa.

Al final de la Canonización de Santa Faustina, el Santo Padre declaró: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros.»

La indulgencia plenaria. Más tarde, el Vaticano emitió un Decreto (el 29 de junio de 2002) por el que se concede la Indulgencia Plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) a los fieles que, «en el Segundo Domingo de Pascua, llamado de la Misericordia Divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participen en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia Divina, o al menos recen, en presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, ‘Jesús misericordioso, en Ti confío’).»

Hagámonos todos el santo propósito de tener siempre presente la Divina Misericordia de Dios, gracias a la cual tenemos la posibilidad de ir al cielo. Desde ahora mismo podemos empezar a rezar diariamente la Coronilla, y a partir del Viernes Santo rezar la Novena hasta el Domingo siguiente a la Pascua de Resurrección.

A continuación, compartimos 10 datos que todo católico debe saber sobre el Domingo de la Divina Misericordia:

1. El Domingo de la Misericordia se origina en revelaciones privadas

La celebración de esta fiesta se origina en las revelaciones privadas de Cristo a la religiosa polaca Santa Faustina Kowalska en el pueblo de Plock, en Polonia, en el año de 1931. Durante las apariciones, el Señor Jesús le transmitió una serie de mensajes sobre el significado de su Divina Misericordia y le encargó difundir su devoción por el mundo.

2. Forma parte del calendario de la Iglesia gracias a San Juan Pablo II

En el año 2000, San Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina y durante la ceremonia señaló que “es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de ‘Domingo de la Divina Misericordia’”. (Homilía, 30 de Abril, 2000).

3. Esta revelación privada tiene efectos válidos en la liturgia

En su comentario teológico sobre el mensaje de Fátima, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, después Papa Benedicto XVI, escribió: “podemos añadir que a menudo las revelaciones privadas provienen sobre todo de la piedad popular y se apoyan en ella, le dan nuevos impulsos y abren para ella nuevas formas. Eso no excluye que tengan efectos incluso sobre la liturgia, como por ejemplo muestran las fiestas del Corpus Domini y del Sagrado Corazón de Jesús”.

4. La Iglesia invita a celebrar la Divina Misericordia de varias formas

Entre otras cosas, ofrece una indulgencia plenaria: “para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice (Juan Pablo II) ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos”. [Decreto de la Penitenciaría Apostólica del 2002]

5. La imagen de la Divina Misericordia fue revelada por Jesús mismo

Esta imagen le fue revelada a Santa Faustina en 1931 y Jesús mismo le pidió que se pintara. Luego el Señor le explicaría su significado y lo que los fieles alcanzarán con ella.

En la mayoría de versiones Jesús se muestra levantando su mano derecha en señal de bendición, y apuntando con su mano izquierda sobre su pecho fluyen dos rayos: uno rojo y otro blanco.

“El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas (…). Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos” (Diario, 299). Toda la imagen es un símbolo de la caridad, el perdón y el amor de Dios, conocida como la «Fuente de la Misericordia».

6. Esta devoción cuenta con oraciones particulares

La Coronilla es un conjunto de plegarias utilizadas como parte de la devoción a la Divina Misericordia.

Se suele rezar a las 3:00 pm (el momento de la muerte de Jesús) utilizando las cuentas del Santo Rosario, pero con oraciones diferentes. Puede acceder a la Coronilla en el siguiente enlace.

7. La Divina Misericordia está vinculada al Evangelio del segundo Domingo de Pascua

La imagen de la Divina Misericordia representa a Jesús en el momento en que se aparece a los discípulos en el Cenáculo –tras su Resurrección–, cuando se les da el poder de perdonar o retener los pecados.

Este momento está registrado en Juan 20,19-31, que es la lectura del Evangelio de este domingo.

Ese pasaje se lee ese día porque incluye la aparición de Jesús al Apóstol Tomás, en la que lo invita a tocar sus llagas. Este evento ocurrió en el octavo día después de la Resurrección (Jn 20,26) y por ello se utiliza en la liturgia ocho días después de la Pascua.

8. Los sacerdotes tienen una facultad especial para administrar la Divina Misericordia

En Jn 20,21-23 se dice: “Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío’. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos’”.

9. La Confesión es la acción de la Divina Misericordia hasta el fin de los tiempos

Jesús capacitó a los Apóstoles (y a sus sucesores en el ministerio) con el Espíritu Santo para perdonar o retener (no perdonar) los pecados.

Debido a que están facultados con el Espíritu de Dios para hacer esto, su administración del perdón es eficaz: realmente elimina el pecado en lugar de ser sólo un símbolo de perdón.

10. En las revelaciones privadas Jesús le da suma importancia a su segunda Venida

Jesús promete regresar en gloria a juzgar al mundo en el amor, como claramente lo dice en su discurso del Reino en los capítulos 13 y 25 de San Mateo.

Sólo en el contexto de una revelación pública como es enseñado por el Magisterio de la Iglesia se puede situar las palabras de la revelación privada dada a Sor Faustina:

“Prepararás al mundo para Mi última venida”. (Diario 429)

“Habla al mundo de mi Misericordia….Es señal de los últimos tiempos después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia”. (Diario 848)

“Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia”. (Diario 965)

“Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita”. (Diario 1160)

“Antes del Día de la justicia envío el día de la misericordia”. (Diario 1588)

“Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia”. (Diario 1146)

Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en National Catholic Register.

Un corazón humilde y misericordioso

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Esta web describe los hechos acaecidos en San Sebastián de Garabandal (Cantabria, España) a partir del año 1961, sin pretender suplantar el juicio definitivo sobre lo que sucedió y que compete solo a la autoridad de la Iglesia católica. A ese juicio nos sometemos.

Junio 2022

Un Corazón humilde y misericordioso

Ya hemos comenzado el mes de junio, mes dedicado de manera especial al Sagrado Corazón de Jesús. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús nos habla de misericordia y de confianza. Misericordia porque Él es toda misericordia para con el pecador arrepentido; y confianza porque la respuesta que Él espera de nosotros es que tengamos confianza en Él. ¡Cuánto nos cuesta a veces fiarnos totalmente de Dios a pesar de todas las veces que Él ha demostrado que es de fiar!

Desde los primeros tiempos de la Iglesia se ha meditado en el costado y corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. La Iglesia nació de ese Corazón y ese Corazón es la puerta para el Cielo. En la devoción al Sagrado Corazón veneramos el mismo Corazón de Dios, y es lo que hace que sea una devoción que está por encima de otras devociones. En el siglo XVII Jesús mismo fue quien estableció esta devoción a través de una humilde religiosa, Santa Margarita María de Alacoque. Se le apareció en varias ocasiones en el convento de Paray-le-Monial, en Francia.

En una de las apariciones, el 16 de junio de 1675, se le apareció Nuestro Señor y le mostró a la santa su Corazón. Estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta, y del interior de su corazón salía una cruz. El Señor le dijo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor”.

La devoción en sí está dirigida a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y a su amor no correspondido, representado por su Corazón. Hay, pues, dos actos esenciales en esta devoción: amor y reparación. Él merece nuestro amor por lo mucho que nos ama y debemos hacer reparación por las muchas injurias que recibe sobre todo en la Sagrada Eucaristía.

Es un mes en el cual podemos esforzarnos de manera particular en consolar el corazón de Jesús acogiendo su amor. La Virgen nos dice en uno de los mensajes: «A la Eucaristía se le da cada vez menos importancia”. Es una forma de decirnos que la Eucaristía está abandonada, ya no se le visita, ya no damos formación suficiente sobre su presencia real, no se le cuida con el debido respeto, ni se le trata con la delicadeza y el amor que se merece, porque es Dios. Algo práctico que podemos hacer para este mes es el propósito de visitarle muchas veces en el Sacramento. Si algo nos impide ir físicamente, vayamos espiritualmente a algún sagrario abandonado, a hacerle compañía, y hagamos actos de amor y reparación rezando una estación a Jesús Sacramentado y diciéndole lo que se nos ocurra al Corazón.

Que Nuestra Madre aumente nuestro amor a la Santísima Eucaristía.

Dios os bendiga

Equipo garabandal.it

Un forastero en Jerusalén

Estos dos discípulos habían estado con Jesús. Habían caminado con él de aldea en aldea, de pueblo a pueblo, de cuidad a ciudad. Habían pescado juntos, habían hablado hasta las altas horas de la madrugada, sus caras iluminadas por el fuego de la fogata. Se habían congregado alrededor de la mesa comunal para comer y beber juntos.

Cleofás y este otro discípulo deberían ser capaces de reconocer a Jesús cuando lo encuentran en el camino a Emaús. Ellos conocen a Jesús: saben que aspecto tiene, el tono de su voz, su acento, sus peculiaridades. Pero, a pesar de este conocimiento, no lo reconocen en primera instancia.

Y si estos dos discípulos no reconocen a Jesús, ¿porqué creemos que nosotros lo podríamos reconocer? – si fuera a encontrarse con Jesús en camino a su trabajo, en el supermercado, a su lado en la iglesia. Si Jesús se nos acerca, ¿por qué estamos seguros que lo podríamos reconocer? ¿Por qué estamos seguros que no lo ignoraríamos? ¿Qué nos asegura que ya no lo hemos ignorado?

Estos dos discípulos no reconocieron a Jesús porque no se parecía al Jesús que recordaban. No se parece la imagen de Jesús. Su aspecto es raro. Sus palabras suenan extrañas. Parece un forastero, como que no debiera estar en ese camino – tal vez la piel era demasiada clara u oscura, o rasgos demasiado masculinos o femeninos, o una apariencia física que parecía demasiado ordinaria o demasiada exótica.

Sea lo que sea, él está fuera de lugar. De eso sí están seguros. Lo llaman forastero, extranjero, extraño. La palabra en griego es paroikeo, una palabra que describe a alguien que se encuentra lejos de casa, un peregrino, un inmigrante. Según la definición que nos ofrece el léxico, el diccionario de palabras griegas – paroikeo, “el estado de estar en un lugar extraño sin derecho de ciudadanía.”

Cleofás le dice a Jesús en el versículo dieciocho: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?” Cleofás parece estar molesto con este forastero, por la manera en que interrumpe su caminata, molesto con la forma en que interrumpe una conversación ajena. Cleofás piensa que este forastero es ignorante, que este extranjero es una molestia. No tiene ni idea de que el forastero es Jesús.

Jesús parece ser un hombre amable, que simplemente está tratando de tener una conversación en un viaje largo. Jesús les pregunta, “¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis?” les pregunta en el versículo diecisiete. Él solo quiere hablar, entrar en conversación, hacer amistad con los dos hombres en el camino a Emaús. ¿De que están hablando? pregunta Jesús.

Para estos dos discípulos, la presencia de Jesús es una intrusión, una interrupción. Jesús es un forastero que trata de introducirse en una conversación y relación que no le pertenece. Jesús es un extranjero ignorante, un extraño desinformado. Pero a pesar de todo esto, este forastero se convierte en un compañero de viaje, alguien con quien charlar, un peregrino en el camino, junto a los discípulos.

Así es la gracia. Esta es una historia de cómo funciona la gracia de Dios, de cómo Dios se acerca a nosotros. A pesar de nuestras resistencias y oposiciones, a pesar de nuestra impaciencia y confusión, a pesar de nuestros ojos velados, nuestra incapacidad de ver claramente, nuestra incapacidad de ver a la gente, de ver a forasteros, de darles la bienvenida, como dones de Dios, como gracia para nosotros, como mensajeros de Dios, como imágenes de Dios, como presencia divina para nosotros, como personas que nos invitan a entrar a la presencia de Dios. En este relato, la gracia de Dios se da en la presencia de un forastero—un extraño que resulta ser un amigo, un extranjero que termina siendo nuestro salvador.

Esta historia de los discípulos y Jesús en el camino a Emaús nos demuestra cómo funciona la gracia de Dios, un cuadro de la gracia divina — la gracia de Dios hecha carne en Jesús, caminando, hablando, comiendo: la gracia divina hecha común, la gracia de Dios transformando nuestras vidas comunes, hecha humana en Jesús, en encuentros y relaciones llenas de gracia.

Los discípulos, por si solos, lo hubieran pasado por alto, lo habrían ignorado. Hubieran perdido la oportunidad de encontrarse con Jesús, de estar en la presencia de Dios. Pero las buenas nuevas son que Dios, en su gracia divina, actúa primero, viene a nosotros, nos encuentra donde estamos, quiere caminar con nosotros.

Al igual que los discípulos, nosotros estamos continuamente aprendiendo a estar dispuestos a recibir el regalo de gracia, en el proceso de abrirnos a Dios, a darle la bienvenida — a recibir al Dios que no aparece de forma familiar, que no actúa como esperábamos. Al igual que los discípulos, nosotros también fallamos en reconocer a Dios, desconocemos a extranjeros, a forasteros — a un Dios que parece extraño, que es forastero, que siempre nos anda sorprendiendo.

Si siempre desconocemos a otros, nos equivocamos, los malentendemos, lo descartamos, por causa de nuestras predisposiciones, nuestros estereotipos, y nuestras ideologías que nos ciegan, por causa de nuestra ceguera ideológica que viene con creer que sabemos la forma humana que Dios toma, la manera en que Dios se expresa, las acciones que Dios lleva a cabo, las personas que Dios usa, a quien ofrece a la iglesia como dones.

Pero si nosotros descartamos a personas que parecen demasiado extrañas, que son extranjeros, que son demasiado diferentes, ¿cómo podemos estar seguros que no hemos ignorado a Dios, al Dios que siempre nos está sorprendiendo?

Qué significa descendió a los infiernos ?

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¿QUÉ SIGNIFICA DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS?

En el Sábado Santo celebramos la frase que recitamos en el Credo “Descendió a los Infiernos”, es un día de reflexión y acompañamiento a la Madre de Dios que está a la espera de la resurrección del Hijo.

En su designio de salvación, Dios dispuso que Cristo no solamente “muriese por nuestros pecados” (1 Co 15, 3), sino también que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre alma y cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Ese momento se revive cada Sábado Santo.

Se conoce por las Sagradas Escrituras y la Tradición que Jesús bajó al “Seol” o infierno, donde permanecían las almas de todos los muertos.

En aquel lugar estaban todos los santos y justos que perecieron antes de la muerte de Jesucristo y no tenían cómo llegar al cielo: los patriarcas, los profetas, los reyes, San José, entre otros.

Según la Tradición de la Iglesia, cuando Jesús muere, desciende al infierno y lleva consigo al cielo a todos los que creyeron.

En resumen, el Sábado Santo es una fecha distinta al Jueves y Viernes Santos porque no ocurrieron acontecimientos visibles en la tierra.

Debido que Jesús “ha muerto” se debe guardar silencio en ese día, semejante al duelo cuando perdemos a un ser querido. También es tiempo de espera de la Resurrección de Cristo durante la primera parte del día.

Qué significa descendió a los infiernos?

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¿QUÉ SIGNIFICA DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS?

En el Sábado Santo celebramos la frase que recitamos en el Credo “Descendió a los Infiernos”, es un día de reflexión y acompañamiento a la Madre de Dios que está a la espera de la resurrección del Hijo.

En su designio de salvación, Dios dispuso que Cristo no solamente “muriese por nuestros pecados” (1 Co 15, 3), sino también que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre alma y cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Ese momento se revive cada Sábado Santo.

Se conoce por las Sagradas Escrituras y la Tradición que Jesús bajó al “Seol” o infierno, donde permanecían las almas de todos los muertos.

En aquel lugar estaban todos los santos y justos que perecieron antes de la muerte de Jesucristo y no tenían cómo llegar al cielo: los patriarcas, los profetas, los reyes, San José, entre otros.

Según la Tradición de la Iglesia, cuando Jesús muere, desciende al infierno y lleva consigo al cielo a todos los que creyeron.

En resumen, el Sábado Santo es una fecha distinta al Jueves y Viernes Santos porque no ocurrieron acontecimientos visibles en la tierra.

Debido que Jesús “ha muerto” se debe guardar silencio en ese día, semejante al duelo cuando perdemos a un ser que

rido. También es tiempo de espera de la Resurrección de Cristo durante la primera parte del día.

Gentileza de : Graciela Ciochi

Si quieres puedes curarme

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Esta web describe los hechos acaecidos en San Sebastián de Garabandal (Cantabria, España) a partir del año 1961, sin pretender suplantar el juicio definitivo sobre lo que sucedió y que compete solo a la autoridad de la Iglesia católica. A ese juicio nos sometemos.

Febrero 2022

Si quieres, puedes curarme

En el último newsletter hablamos de la esperanza y la fe en el sufrimiento. Este mes, dedicado de manera especial a los enfermos, nuestra mirada y pensamiento vuelven de nuevo sobre el misterio del sufrimiento humano. Dijo San Juan Pablo II que: «A través de los siglos y generaciones se ha constatado que en el sufrimiento se esconde una particular fuerza que acerca interiormente el hombre a Cristo. […] Ante el hermano o la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los horizontes del Reino de Dios, de un mundo convertido al Creador, de un mundo liberado del pecado, que se está edificando sobre el poder salvífico del amor. Y, de una forma lenta pero eficaz, Cristo introduce en este mundo, en este Reino del Padre al hombre que sufre, en cierto modo a través de lo íntimo de su sufrimiento» (Salvifici doloris, 26). El sufrimiento solo encuentra su sentido unido a Cristo, quien nos introduce en una dimensión más profunda de la misma. Él nos ha redimido con su cruz y nos invita a coger nuestra cruz y así unirnos a su misión redentora. En Garabandal vemos cómo Jesús habló a Conchita en locución, en al menos dos ocasiones, sobre la cruz: «En cualquier parte hallarás la Cruz, el sufrimiento» y, «Jesús, cuando yo se lo estaba pidiendo [la cruz] me contestó: “Sí, te daré la cruz”» (Diario de Conchita, 81).

El hecho de aceptar el sufrimiento y la cruz no significa que nuestro corazón no pueda acudir al Todopoderoso para que nos ayude e incluso para que nos cure de nuestras enfermedades corporales y espirituales. El Evangelio está lleno de relatos en los que vemos cómo el Señor acude a los enfermos, los cura, los consuela, los da nueva vida. Nosotros, en nuestra debilidad y necesidad, podemos y debemos acudir al médico divino para que, si es su voluntad, nos cure. Debemos tomar tiempo para meditar estos pasajes en que vemos conmoverse el corazón de Dios. 

En ocasiones los Evangelios hablan en general de que curaba a muchos enfermos, pero en otros, los relatos son más extensos y detallados y podemos quedarnos contemplando los movimientos de Jesús. Quizá muchos podemos sentirnos como la hemorroísa, que no se atreve a acercarse, pero la fe le dice que con solo tocar su manto sería curada; o como el ciego Bartimeo que al oír que pasaba Jesús empieza a gritar a grandes voces pidiéndole misericordia; o como el paralítico junto a la piscina de Betesda, que no tenía quien le introdujera en las aguas; o como el leproso que decía a Jesús con fe: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Lc 5,12). Y así una lista larga de todas las personas que se acercaron a Jesús para ser tocados y curados por Él. Vemos una condición, el acercarse. En el caso del siervo del centurión, o del paralítico que fue introducido por los amigos por un boquete abierto en el tejado, vemos el poder de intercesión. Es decir, nos acercamos a Jesús no solo para pedir por nosotros mismos, sino también por los que amamos, y aún más, por los que no conocemos personalmente pero que a través de la oración podemos presentar al Señor. En la oración podemos ponernos delante de Él con las actitudes que vemos en todas estas personas curadas por el Señor: fe, humildad, confianza. 

No busquemos solo una curación corporal. El Señor lo eleva, habla de no pecar más, de que su fe le ha salvado. Muchas veces a pesar de tener enfermedades reales físicas, no es de estas de las que tenemos más necesidad de curación sino más bien de las enfermedades espirituales, que nacen en primer lugar de los pecados capitales. Las enfermedades espirituales, como la tibieza, la mediocridad, las heridas de los pecados voluntarios necesitan con más urgencia de la mano del Señor. Hay algo peor incluso que estas enfermedades y es la muerte espiritual, el pecado mortal. De él pedimos ser librados y cuando nos acaece corremos con urgencia a la fuente de la gracia salvadora en el sacramento de la Confesión antes de que sea demasiado tarde. 

Antes de concluir nuestra reflexión volvemos la mirada a María, a quien recordamos de manera especial en este mes bajo el título de Inmaculada Concepción y la Virgen de Lourdes. Ella, igual que estuvo junto a la cruz de su Hijo, está junto a nosotros en nuestras cruces y nuestros sufrimientos. «El divino Redentor quiere penetrar en el ánimo de todo paciente a través del corazón de su Madre Santísima, primicia y vértice de todos los redimidos. Como continuación de la maternidad que por obra del Espíritu Santo le había dado la vida, Cristo moribundo confirió a la siempre Virgen María una nueva maternidad -espiritual y universal- hacia todos los hombres, a fin de que cada uno, en la peregrinación de la fe, quedar, junto con María, estrechamente unido a Él hasta la cruz, y cada sufrimiento, regenerado con la fuerza de esta cruz, se convirtiera, desde la debilidad del hombre, en fuerza de Dios» (Salvifici doloris, 26). Ella intercede por nosotros y a Ella podemos acudir con plena confianza en nuestras necesidades. 

Dios os bendiga

Equipo garabandal.it

Santa Faustina Kowalska

Santa Faustina sufrió la mayor parte de su noviciado constantes combates interiores. No podía meditar ni sentir la presencia de Dios. Sufrió fuertes tormentos y tentaciones, aún estando en la capilla. En más de una ocasión, estando en la Santa Misa, sintió que blasfemaba contra Dios, no sentía contento con nada. Hasta las verdades más simples sobre la fe le eran difícil de comprender.

Durante todo este tiempo Santa Faustina no estuvo sola, tuvo la ayuda de su Maestra de Novicias, Sor Joseph Brzoza quien veía en ella grandes gracias venidas de Dios. Aunque Santa Faustina se sentía en ese momento totalmente abandonada por Dios, Sor Joseph le decía: «sepa querida hermana que Dios quiere tenerla bien cerca de El en el Cielo. Tenga gran confianza en Jesús.»

Durante su tercer año de noviciado le fue revelado lo que era ser Alma Víctima. Anota ella en su diario: «El sufrir es una gracia grande; a través del sufrimiento el alma se hace como la del Salvador; en el sufrimiento el amor se cristaliza, mientras más grande el sufrimiento más puro el amor». (57)

Sor Faustina se ofreció como víctima por los pecadores y con este propósito experimentó diversos sufrimientos para salvar las almas a través de ellos. Durante una hora particular de adoración, Dios le reveló a Santa Faustina todo lo que ella tendría que sufrir: falsas acusaciones, la pérdida del buen nombre, y mucho más. Cuando la visión terminó, un sudor frío bañó su frente. Jesús le hizo saber que aún cuando ella no diere su consentimiento a esto, ella se salvaría y El no disminuiría Sus gracias y seguiría manteniendo una relación íntima con ella. La generosidad de Dios no disminuiría para nada. Consciente de que todo el misterio dependía de ella, consintió libremente al sacrificio en completo uso de sus facultades. Luego escribió lo siguiente en su diario: “De repente, cuando había consentido a hacer el sacrificio con todo mi corazón y todo mi entendimiento; la presencia de Dios me cubrió, me parecía que me moría de amor a la vista de su mirada.”

Durante la Cuaresma de ese mismo año, 1933, experimentó en su propio cuerpo y corazón la Pasión del Señor, recibiendo invisiblemente las estigmas. Únicamente su confesor lo conoció. Ella lo narra así: «Un día durante la oración, vi una gran luz y de esta luz salían rayos que me envolvían completamente. De pronto sentí un dolor muy agudo en mis manos, en mis pies, y en mi costado, y sentí el dolor de la corona de espinas, pero esto fue sólo por un tiempo bien corto.»

Tiempo más tarde, cuando Santa Faustina se enfermó de Tuberculosis, experimentó nuevamente los sufrimientos de la Pasión del Señor repitiéndose todos los Viernes y algunas veces cuando se encontraba con un alma que no estaba en estado de gracia. Aunque esto no era muy frecuente; los sufrimientos eran dolorosos y de corta duración, no los hubiera soportado sin una gracia especial de Dios.

«Oh Sangre y Agua que brotaste del Santísimo Corazón de Jesús como fuente de misericordia para nosotros en ti confío.
Oh Jesús, te entregaste por nosotros a tan asombrosa pasión únicamente por amor.
La justicia de tu Padre habría sido expiada con un solo suspiro tuyo y todos tus anonadamientos son actos de tu misericordia y tu inconcebible amor (…)
Cuando estabas muriendo en la cruz, en aquel momento nos donaste tu vida eterna, al haber permitido abrir tu sacratísimo costado nos abriste una inagotable fuente de tu misericordia; nos ofreciste lo más valioso que tenías, es decir, la sangre y el agua de tu Corazón.
He aquí la omnipotencia de tu misericordia, de ella toda gracia fluye a nosotros.
Oh Jesús extendido sobre la cruz, te ruego concédeme la gracia de cumplir fielmente con la santísima voluntad de tu Padre en todas las cosas, siempre y en todo lugar.
Y cuando esta voluntad me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces que te ruego, Jesús, que de tus heridas fluyan sobre mí fuerza y fortaleza y que mis labios repitan constantemente: hágase tu voluntad, Señor.
Oh Salvador del mundo, Amante de la salvación humana que entre terribles tormentos y dolor, te olvidaste de ti mismo para pensar únicamente en la salvación de las almas. Compasivísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí misma para que pueda vivir totalmente por las almas, ayudándote en la obra de salvación, según la santísima voluntad de tu Padre.
Expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó para las almas y se abrió el mar de misericordia para el mundo entero. Oh fuente de vida, insondable misericordia de Dios, abarca el mundo entero y derrámate sobre nosotros.
Oh Sangre y Agua, que brotaste del Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en ti confío!
Tu expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó inmensamente para las almas, y el océano de Misericordia se abrió por todo el mundo.
Oh fuente de Vida, Oh Misericordia Infinita, envuelve todo el mundo y desocúpate sobre nosotros.
Oh Sangre y Agua que brotaste del Santísimo Corazón de Jesús como fuente de misericordia para nosotros en ti confío» (Diario, 187).
Amor eterno, llama pura, arde incesantemente en mi corazón y diviniza todo mi ser según Tu eterno designio por el cual me has llamado a la existencia y a participar en Tu eterna felicidad” (Diario, 1523).
“Oh, Dios misericordioso que no nos desprecias sino que continuamente nos colmas de tus gracias, nos haces dignos de Tu reino y en Tu bondad llenas con los hombres los lugares abandonados por los ángeles ingratos.
Oh Dios de gran misericordia que has apartado Tu santa vista de los ángeles rebeldes dirigiéndola al hombre arrepentido, sea honor y gloria a Tu misericordia insondable…” (Diario, 1339).

Oh Jesús, tendido sobre la cruz, Te ruego, concédeme la gracia de cumplir fielmente con la santísima voluntad de Tu Padre, en todo, siempre y en cualquier lugar.
Y cuando esta voluntad de Dios me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces que Te ruego, Jesús, que de Tus heridas fluyan sobre mí fuerza y fortaleza y que mis labios repitan:
Hágase Tu voluntad, Señor… Compasivísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mi misma para que pueda vivir totalmente por las almas, ayudándote en la obra de salvación, según la santísima voluntad de Tu Padre…” (Diario, 1265)
“Oh Señor, deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.
Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.
Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.
Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. (…)
Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo (…)
Que Tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí” (Diario, 163).

“Oh, Rey de Misericordia, guía mi alma…” (Diario, 3).

“Que cada latido de mi corazón sea un nuevo himno de agradecimiento a Ti, oh Dios. Que cada gota de mi sangre circule para Ti. Señor, mi alma es todo un himno de adoración a Tu misericordia. Te amo, Dios, por Ti Mismo” (Diario, 1794).

“Oh Jesús, deseo vivir el momento actual, vivir como si este día fuera el último de mi vida: aprovechar con celo cada momento para la mayor gloria de Dios, disfrutar de cada circunstancia de modo que el alma saque provecho. Mirar todo desde el punto de vista de que sin la voluntad de Dios no sucede nada.
Oh Dios de insondable misericordia, abraza el mundo entero y derrámate sobre nosotros a través del piadoso Corazón de Jesús” (Diario, 1183).

“Oh Dios de gran misericordia, Bondad infinita, hoy toda la humanidad clama, desde el abismo de su miseria, a Tu misericordia, a Tu compasión, oh Dios; y grita con la potente voz de la miseria. Dios indulgente, no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra.
Oh Señor, Bondad inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes que por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta Ti, Te imploramos, anticípanos Tu gracia y multiplica incesantemente Tu misericordia en nosotros para que cumplamos fielmente Tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas y a la hora de la muerte.
Que la omnipotencia de Tu misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra salvación, para que con confianza, como Tus hijos, esperemos Tu última venida…” (Diario, 1570).
«Oh Jesús, te entregaste por nosotros a tan asombrosa pasión únicamente por amor.
La justicia de tu Padre habría sido expiada con un solo suspiro tuyo y todos tus anonadamientos son actos de tu misericordia y tu inconcebible amor (…)»  (Diario, 1447).

«Oh Jesús, Verdad eterna, Vida nuestra, te suplico y mendigo tu misericordia para los pobres pecadores. Dulcísimo Corazón de mi Señor, lleno de piedad y de misericordia insondable, te suplico por los pobres pecadores.
Oh sacratísimo Corazón, fuente de misericordia de donde brotan rayos de gracias inconcebibles sobre toda la raza humana.
Te suplico luz para los pobres pecadores.
Oh Jesús, recuerda tu amarga pasión y no permitas que se pierdan las almas redimidas con tan preciosísima, santísima sangre tuya.
Oh Jesús, cuando considero el alto precio de tu sangre, me regocijo en su inmensidad porque una sola gota habría bastado para salvar a todos los pecadores (…)
Oh, qué alegría arde en mi corazón cuando contemplo tu bondad inconcebible, oh Jesús mío. Deseo traer a todos los pecadores a tus pies para que glorifiquen tu misericordia por los siglos de los siglos» (Diario, 72).

Domingo de la Santísima Trinidad

Este próximo domingo la Iglesia católica celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad en el primer domingo después de Pentecostés. El catecismo de la Iglesia católica afirma: “El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la “jerarquía de las verdades de fe”. La Santísima Trinidad es una verdad de fe que Dios nos ha ido revelando poco a poco, es un solo Dios en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El misterio de la Santísima Trinidad no se puede entender totalmente, por ello es un misterio. Santa Juana de Arco lo explicaba diciendo: “Dios es tan grande que supera nuestra ciencia”, por tanto, supera el entendimiento humano. Sin embargo, al celebrarle reconocemos que: “Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo”

Un solo Dios en tres Personas distintas, es el misterio central de la fe y de la vida cristiana, pues es el misterio de Dios en Sí mismo.

Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que expresaron los Apóstoles. Después de la Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y, cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés, comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Los católicos creemos que la Trinidad es Una. No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en tres Personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres Personas es enteramente Dios. Cada vez que hacemos la Señal de la Cruz sobre nuestro cuerpo, recordamos el misterio de la Santísima Trinidad. – En el nombre del Padre: Ponemos la mano sobre la frente, señalando el cerebro que controla todo nuestro cuerpo, recordando en forma simbólica que Dios es la fuente de nuestra vida. -…y del Hijo: Colocamos la mano en el pecho, donde está el corazón, que simboliza al amor. Recordamos con ello que por amor a los hombres, Jesucristo se encarnó, murió y resucitó para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna. -…Y del Espíritu Santo: Colocamos la mano en el hombro izquierdo y luego en el derecho, recordando que el Espíritu Santo nos ayuda a cargar con el peso de nuestra vida, el que nos ilumina y nos da la gracia para vivir de acuerdo con los mandatos de Jesucristo. Algunas personas argumentan que no es verdad porque no podemos entender el misterio de la Santísima Trinidad a través de la razón. Esto es cierto, no podemos entenderlo con la sola razón, necesitamos de la fe ya que se trata de un misterio. Es un misterio hermoso en el que Dios nos envía a su Hijo para salvarnos.

ORACIONES A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

1.– Todo debemos hacerlo… -En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

2.– Todo debe ser para dar… -Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén

3.– Nuestra fe, esperanza y amor deben ser para cada una de las Personas de la Stma Trinidad: -Creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo. Espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Espíritu Santo. Amo en Dios Padre, amo en Dios Hijo, amo en Dios Espíritu Santo. Amo a la Santísima Trinidad.

4.-Oración para situaciones difíciles y de sufrimiento: – Santísima Trinidad, Dios Trino y Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, principio y fin nuestro, postrado delante de Ti te rindo homenaje: ¡Bendita y alabada sea la Santísima Trinidad! Yo (NOMBRE) acudo a Ti con entera confianza para pedirte me vea siempre libre del mal así como de todas las adversidades y peligros, y en mis necesidades, te ruego, me otorgues tu favor. Acuérdate que soy tu hijo-a, y apiádate de mis padecimientos, de mis necesidades y concédeme asistencia en esta difícil situación.