El 7 de abril, la Iglesia Católica celebra la Fiesta de la Divina Misericordia, instituida por San Juan Pablo II para recordar que Cristo siempre perdona a quien se arrepiente de sus pecados.

Esta devoción reúne a millones de católicos que expresan su amor a través del rezo de novenas, de la Coronilla de la Divina Misericordia y las procesiones. Su importancia radica en el mensaje de que Dios es Misericordioso: “Cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia”, escribió Santa Faustina en su diario tras escuchar al mismo Cristo.

A continuación, 10 datos esenciales sobre esta festividad.

1. El Domingo de la Misericordia tiene su origen en revelaciones privadas

La devoción a la Divina Misericordia, y la institución de un día para su celebración, tienen su origen en las revelaciones privadas de Cristo a la religiosa polaca Santa Faustina Kowalska en el pueblo de Plock, en Polonia, en 1931. Durante las apariciones, el Señor Jesús le transmitió una serie de mensajes sobre el significado de su Divina Misericordia y le encargó difundir su devoción por el mundo.

2. Forma parte del calendario de la Iglesia gracias a San Juan Pablo II

En el año 2000, San Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina y durante la ceremonia señaló: “Es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de ‘Domingo de la Divina Misericordia’”. (Homilía, 30 de Abril, 2000).

3. Esta revelación privada tiene efectos válidos en la liturgia

En su análisis teológico del mensaje de Fátima, el Cardenal Joseph Ratzinger, quien luego se convirtió en el Papa Benedicto XVI, escribió: “Podemos añadir que a menudo las revelaciones privadas provienen sobre todo de la piedad popular y se apoyan en ella, le dan nuevos impulsos y abren para ella nuevas formas. Eso no excluye que tengan efectos incluso sobre la liturgia, como por ejemplo muestran las fiestas del Corpus Domini y del Sagrado Corazón de Jesús”.

4. La Iglesia invita a celebrar la Divina Misericordia de varias formas

Entre otras cosas, ofrece una indulgencia plenaria: “Para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice (Juan Pablo II) ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos”. [Decreto de la Penitenciaría Apostólica del 2002]

5. La imagen de la Divina Misericordia fue revelada por Jesús mismo

Esta imagen fue revelada a Santa Faustina en 1931, con Jesús mismo pidiéndole que fuera pintada. Más tarde, el Señor le explicaría su significado y las bendiciones que los fieles recibirán a través de ella.

En la mayoría de las versiones, Jesús es mostrado levantando su mano derecha en señal de bendición, y apuntando con la mano izquierda su pecho, del que fluyen dos rayos: uno rojo y otro blanco.

“El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas (…). Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos” (Diario, 299). Toda la imagen es un símbolo de la caridad, el perdón y el amor de Dios, conocida como la «Fuente de la Misericordia».

6. Esta devoción cuenta con oraciones particulares

La Coronilla es un conjunto de plegarias utilizadas como parte de la devoción a la Divina Misericordia.

Se suele rezar a las 3:00 p.m. (el momento de la muerte de Jesús) utilizando las cuentas del Santo Rosario, pero con oraciones diferentes. Puede acceder a la Coronilla en el siguiente enlace.

7. La Divina Misericordia está vinculada al Evangelio del segundo Domingo de Pascua

La imagen de la Divina Misericordia representa a Jesús en el momento en que se aparece a los discípulos en el Cenáculo —tras su Resurrección—, cuando se les da el poder de perdonar o retener los pecados.

Este momento está registrado en Juan 20,19-31, que es la lectura del Evangelio de este domingo.

Este pasaje incluye la aparición de Jesús al apóstol Tomás, a quien invita a tocar sus llagas. Ese evento ocurrió en el octavo día después de la Resurrección (Jn 20,26) y por ello se utiliza en la liturgia ocho días después de la Pascua.

8. Los sacerdotes tienen una facultad especial para administrar la Divina Misericordia

En Jn. 20,21-23 se relata: «Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío’. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos'».

9. La Confesión es la acción de la Divina Misericordia hasta el fin de los tiempos

Jesús capacitó a los apóstoles (y a sus sucesores en el ministerio) con el Espíritu Santo para perdonar o retener (no perdonar) los pecados.

Debido a que están facultados con el Espíritu de Dios para hacer esto, su administración del perdón es eficaz: realmente elimina el pecado en lugar de ser sólo un símbolo de perdón.

10. En las revelaciones privadas Jesús le da suma importancia a su segunda venida

Jesús promete regresar en gloria a juzgar al mundo en el amor, como claramente lo dice en su discurso del Reino en los capítulos 13 y 25 del Evangelio de San Mateo.

Sólo en el contexto de una revelación pública, como es enseñado por el Magisterio de la Iglesia, se puede situar las palabras de la revelación privada dada a Sor Faustina:

«Prepararás al mundo para Mi última venida». (Diario 429)

«Habla al mundo de mi Misericordia….Es señal de los últimos tiempos después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia». (Diario 848)

«Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia». (Diario 965)

«Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita». (Diario 1160)

«Antes del Día de la justicia envío el día de la misericordia». (Diario 1588)

«Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia». (Diario 1146)

Jesús habló por primera vez a santa Faustina de instituir esta fiesta el 22 de febrero de 1931 en la ciudad polaca de Plock, en el mismo mensaje en que le pidió pintar su imagen. Le dijo: “Deseo que haya una Fiesta de la Divina Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer Domingo después de Pascua de Resurrección; ese Domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia” (D. 49).

Jesús le explicó a santa Faustina el motivo por el cual desea esta fiesta: “Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de mi Misericordia. Si no adoran mi Misericordia, morirán para siempre. Secretaria de Mi misericordia, escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia” (D. 965).

La Fiesta de la Divina Misericordia tiene el rango más alto dentro de todas las formas de culto de la Divina Misericordia en cuanto a la magnitud de las promesas y su posición en la liturgia de la Iglesia. Esta fiesta, siguiendo el pedido de Jesucristo, se celebra el último día de la Octava de Pascua, hoy denominado litúrgicamente como el Segundo Domingo de Pascua. Es una celebración litúrgica católica de carácter solemne que inicia con las vísperas (la tarde del sábado previo) y concluye con ese domingo.

El Señor pide la fiesta y habla de lo especial de dicho día y de lo que promete donar a quien acuda a ella con confianza: “Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. […] La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua” (D. 699).

Para poder recibir estos grandes dones hay que cumplir las condiciones de la devoción a la Divina Misericordia (confiar en la bondad de Dios y amar activamente al prójimo), estar en el estado de gracia santificante (debidamente confesado) y recibir dignamente la eucaristía. “No encontrará alma ninguna la justificación –explicó Jesús– hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia y por eso el primer domingo después de la Pascua ha de ser la Fiesta de la Misericordia. Ese día los sacerdotes deben hablar a las almas sobre Mi misericordia infinita” (D. 570)

Las promesas extraordinarias que el Señor Jesús vinculó a la fiesta demuestran la grandeza de la misma: “Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida recibirá el perdón total de las culpas y de las penas” (D. 300).

La forma de celebrar dicha fiesta está descripta en el Diario y consiste básicamente en una veneración litúrgica de la Imagen de Jesús Misericordioso. Jesús pide también, a través de sor Faustina, que este día los sacerdotes hablen de la insondable Misericordia de Dios y que los fieles reciban dignamente la eucaristía. Al cumplir con estos requisitos se harán acreedores de la promesa de la remisión total de las culpas y de las penas (no solo las penas temporales por los pecados cometidos como en el caso de la indulgencia plenaria). La gracia de la fiesta equivale a una completa renovación de la gracia bautismal en el alma. Para preparar debidamente esta fiesta, el Señor pide una novena (cf. D. 796) que consiste en rezar la Coronilla de la Divina Misericordia desde el Viernes Santo. A los que participen de este novenario el Señor prometió conceder toda clase de gracias.

Esta Fiesta de la Divina Misericordia fue incorporada en el calendario litúrgico católico por el papa san Juan Pablo II, el día 30 de abril del año Jubilar 2000, con motivo de la canonización de santa Faustina Kowalska. Tal incorporación fue comunicada oficialmente a toda la Iglesia por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos mediante el decreto Misericors et miseratur, el día 5 de mayo del año 2000.